Miley Cyrus finalmente ha confesado que quiere ser “la nueva Madonna”.
Ya era hora. Mejor así. Pero ha tardado. Gana puntos. Con ocasión de la
Gala de MTV en la que cantó con Madonna como artista invitada, fue clara
en su admiración por la “ambición rubia” y en su intención de seguir
los mismos pasos.
Lo que no se comprende es como Madonna se prestó a gesticular como Miley
Cyrus al final del concierto. No lo necesita. Sale perdiendo. Pero es
que Madonna -mujer de negocios donde las haya- consciente de las mareas
de fans jóvenes que mueve Miley, no quiere dejar de beneficiarse de su
exposición mediática. Sabe que Miley la imita y ha abanderado la eterna
polémica de Madonna Louise Ciccone. Y quiere cobrarse de vuelta.
Miley ha reconocido, por fin: “quiero hacer historia y consagrarme como
una de las figuras más importantes de la cultura popular, como hizo
Madonna en su momento. Quiero ser la Madonna de mi generación”. Toma
ya. Esto se resume en algo así como decir: “quiero ser famosa y ya
está”. Y por desgracia para Madonna, la desplaza hacia la casilla de
salida, como le ocurrió a Julio Iglesias cuando su hijo Enrique comenzó
en la música.
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